martes, 23 de agosto de 2011

¡PRIMERO VENDO MIS

 PRODUCTOS “EIVON”…DESPUES

 TE ATIENDO!



Ricardo Araya Maldonado
Periodista y Escritor







Esa mañana, había tanta gente en el Banco que ante la perspectiva de tener que soportar una prolongada espera, decidí hacer el trámite en una sucursal cercana de la misma institución bancaria.

Al ingresar, comprobé que había sólo dos personas esperando atención, pero tuve la desgracia que justo antes que mí, llegó una cliente del banco. En realidad, aquella dama que me ganó el ticket por una milésima de segundo, era amiga de la funcionaria.

Después de los saludos de rigor, donde supongo se preguntaron por toda la parentela, incluyendo ciertos amiguitos del Facebook, vino lo peor. La mujer visitante abrió su cartera y comenzó a sacar billetes y documentos. Luego de contarlos y revisarlos minuciosamente, se los entregó a su amiga funcionaria, quien a su vez –también muy prolijamente- procedió a contar el dinero y los papeles recibidos, con elasticos, clips y corchetes de por medio, que hicieron más lenta esa tarea.

Entre los saludos, conversaciones, risas, conteo de billetes y llenado de formularios y sobres, transcurrieron casi 20 minutos, mientras maldecía mi mala suerte por no haber llegado antes que esa amiguita tan simpática de la funcionaria.

Después que cuadraron las cuentas y pusieron todo en orden, salieron de la oficina rumbo al cajero automático dentro del mismo banco, donde esperaba una fila de siete u ocho personas, que fueron realizando el trámite según el ritmo de digitalizar claves, poner los sobres con billetes, apretar botones, borrar, volver a apretar botones y mirar para todos lados, cerciorándose que ningún extraño intentaba observar y memorizar sus contraseñas.

Obviamente, en medio de la espera, ambas mujeres charlaron y rieron de lo lindo. Al rato, después que salieron de la cabina de depósito, continuaron charlando unos cuantos minutos más, sin siquiera inmutarse la funcionaria por el tiempo transcurrido y, mucho menos, por la fila de clientes que se aglomeraban en torno a su despacho.

Al cabo, con los respectivos besos y buenos deseos de despedida, ella reanudó la atención al público…

Buenos días, -me saludó- ¿en qué lo puedo atender?…

-Buenas tardes, mejor dicho –le respondí-…y en mi fastidio ante tanta demora, le agregué: sólo te faltó comprarle productos “Avon” a tu amiga…cosa que no le agradó en absoluto. Mejor dicho allí me “quemé”, con aquella negligente funcionaria.

-Mira, yo necesito renovar la libreta de ahorro, que pertenece a una institución sin fines de lucro, que cambió al tesorero y también modificó el nombre de fantasía. Quiero saber qué papeles debo traer y cuánto demora el trámite.

-Ya. Tiene que traer los estatutos de la organización; la escritura notarial que certifique la directiva vigente y la libreta antigua. El trámite demora un mes en lo que se refiere a renovar la libreta y dos semanas más en el cambio de nombre, porque esto último se realiza en Santiago.

-¿?...¿Un simple cambio de nombre en Santiago, cuando todo hoy en día se realiza a través de internet? ¿dos semanas, para modificar el nombre de un archivo en el computador?....qué extraño, -le dije- con evidente molestia por su insólita respuesta…

-¿Y un mes, en sacar una libreta en blanco del cajón de un escritorio, reemplazandola por la antigua?....-continué-, mientras moví la cabeza negativamente, con un gesto de decepción y hastío por la desmedida burocracia.

-Claro. Usted tiene que haber visto la cantidad de gente que viene al Banco, a realizar trámites relacionados con las libretas de ahorro.

-Sí. Lo se perfectamente; así como también he comprobado cómo los funcionarios desperdician el tiempo, en asuntos particulares…de todas maneras, muchas gracias por tu atención…

En cuanto salí de su oficina, el primer pensamiento que me vino a la mente fue “esta mina me quiso agarrar p`al h……., porque le paré los carros”.

Al día siguiente, a las nueve en punto, regresé a la agencia principal del Banco para repetir el mismo e infructuoso trámite.

Afortunadamente, era un “día flojo”, en terminos de afluencia de público. Por eso, mi espera no alcanzó más allá de diez minutos.

Por suerte, a esta funcionaria la noté más simpática, o le caí en gracia. Volví a repetir lo mismo, que deseaba renovar la libreta de ahorro, perteneciente a una institución que había cambiado de directiva y de nombre.

-Aquí está la libreta antigua, para que la veas- le dije.

-Ya. Espere. Primero vamos a proceder a cambiar los nombres del presidente y tesorero, que es lo que interesa al Banco, ya que ellos depositan y retiran el dinero. Dígame cómo se llaman esas dos personas.

Se los dije rapidito, para no dejarla pensar, imaginando que podría poner alguna objeción para realizar tal modificación.

-Ya. Ahora, dígame el nuevo nombre de fantasía que tiene su organización, para modificarlo de inmediato.

Se lo dije también muy rápido e incrédulo, que todo fuera avanzando tan expeditamente.

-Entonces, ahora corresponde reemplazar la libreta antigua por la nueva –agregó-. Para eso, tiene que firmar el tesorero y el presidente del club…¿dónde éstán?

-El presidente soy yo y el tesorero vino conmigo…-le dije- está esperando afuera…lo llamo ”al tiro” para que firme.

De inmediato firmamos ambos, a tiempo que recibíamos gustosos la nueva y reluciente libreta.

-Eso es todo. Ya está listo su trámite, pero antes voy a llamar a la sucursal del banco para comunicarles el traslado de la cuenta y me manden la carpeta con los documentos de ustedes.

-Hola, Juanita…necesito que me envíes la carpeta de una institución deportiva, que tu la llevabas, porque se trasladó a esta oficina…ya, gracias…te pasaste Juanita…¿Qué?...Sí…si te tengo la platita…a la tarde te cancelo los productos Avon…ya…chaoo…que estés bien…cuidate…

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