EL SUICIDIO DE LAS CALLES

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PROBLEMÁTICA SOCIAL


Creer en el suicidio de las calles resulta un hecho tangible en ciertos barrios de nuestra ciudad.
Es común ver aceras rotas, veredas partidas, grifos destrozados que sirven sólo para decorar las grietas de lo que antes fue una avenida por donde peatones transcurren a diario.
Podemos ver como la basura y la tierra se hacen amantes eternos en cada esquina, en cada terreno baldío, o perros asentados en su callejera dicha, buscando una mano que alimente sus estómagos vacíos.

Escribo sobre la Avenida Padre Hurtado, especialmente sobre el yermo que se ajuicia desde la Calle Sucre hasta el consultorio.
Una avenida intratable para nuestro andar, por las tapias en destrozo que se advierten, que impiden la seguridad necesaria para una doble vía; donde los autos galopan a sus anchas, y la velocidad es su mejor amiga.
Todo aquello vuelve en calles inseguras la geografía que se presenta debajo de los cerros de dicho lugar.
¿Dónde está el municipio, dónde existe una ayuda para los habitantes de las derruidas calles?
Muchos vecinos viven hundidos en un agujero, que carece de escalinatas para que suban o bajen a la deteriorada avenida; me imagino a las personas de la tercera edad o a los infantes que a diario deben ingeniárselas para ascender.
Y me pregunto; en una ciudad como Antofagasta, en donde el dinero es un hecho, y puede ser usado para dar mejora a las calles (lo vemos hoy en día en el centro), por qué no ayudar a esta población, dar seguridad a sus habitantes.
Es necesario que ellos pueden caminar sin la preocupación de desviar su camino por falta de cemento, o por estar la ruta cortada, y poner en peligro sus vidas frente a los vehículos que con rapidez transitan.
Se debería hacer algo, debería ocurrir pronto, así las calles dejan de suicidarse o ser asesinadas por nosotros mismos.

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